Antes y después del Imperio del Sol Naciente.

lunes, 14 de enero de 2013

Hoppanman

Durante mi primer año en Japón, a los pocos meses de estar saliendo con Joon, mi ex coreano, su mejor amigo de toda la vida vino directo y sin escalas a visitarlo. Lo que en un principio iba a ser solo un par de meses se fue extendiendo en el tiempo y termino por convertirse en un par de años.

Estoy segura que en algún momento me habrán dicho como se llamaba este chico pero mi incapacidad innata para retener nombres hizo que rápidamente le tuviera que buscar un apodo. Así fue que lo bautice Hoppanman. Hoppanman es el nombre coreano de Anpanman, el personaje principal de una de las series de anime japonés mas populares en todo Japón. Su nombre viene del hecho de que él es un hombre (man) con una cabeza hecha de pan (pan, en japonés – si, se dice igual) relleno de pasta de poroto rojo (en japonés, an). Anpanman no necesita comer ni beber para mantenerse a sí mismo ya que se cree que el relleno de su cabeza le da sustento (solo los japoneses pueden crear un personaje tan bizarro). Es un superhéroe que lucha por la verdad y la justicia y arranca pedazos de su cabeza para darle de comer a los pobres lo cual es un tanto perturbador por no decir completamente repugnante. Cuestión que este chico se parecía mucho a este personaje y el apodo le quedo.

La relación con Hoppanman estuvo mal parida desde el principio. Partamos de la base que nunca nos pudimos comunicar mas que por señas. El flaco no hablaba ni ingles ni japonés y como yo no hablo coreano ahí se extinguían todas mis posibilidades comunicativas con el. Esta incapacidad de comunicación era bastante frustrante para ambos aunque, a decir verdad, a ninguno de los dos nos quitaba el sueño. El malestar era mutuo, una cuestión de piel, diría yo. Al el no le agradaba yo y viceversa. No puedo decir que el flaco me tratara mal sino mas bien que no hacia ningún esfuerzo por congeniar conmigo. Para abreviar, me ignoraba por completo.

Joon y yo teníamos en Japón un auto el cual habíamos comprado a medias. Una camionetita Suzuki azul de dos puertas. Como por ese entonces Hoppanman se había instalado con Joon en la habitación de la residencia universitaria en la que vivíamos, fuéramos donde fuéramos Hoppanman venia con nosotros. Yo, para no ser descortés, lo dejaba ir adelante con su amigo y me sentaba en el asiento de atrás. Joon manejaba y Hoppanman y yo nos sentábamos del lado del acompañante. Esto hacia que para subir al auto el me tuviera que dejar pasar primero para que me sentara atrás y luego para bajar debía al menos esperar a que bajara del auto para cerrar la puerta. Bien, en mas de una oportunidad (mas de una), cuando llegábamos a destino, bajaba del auto abstraído en su conversación con Joon y sin siquiera esperar a que me sacara el cinturón de seguridad, daba un portazo a la pobre Suzuki dejándome encerrada adentro.

Otra de las cualidades que hacían de Hoppanman un ser entrañable era que, como todo asiático, fumaba que daba calambre. Puedo tolerar el olor del cigarrillo en la ropa de un fumador pero si hay algo que me saca completamente de quicio es que se me impregne el olor al cigarrillo en mi ropa o, peor aun, en mi pelo. Por esta razón, amablemente le había pedido a Hoppanman que tuviera la deferencia de abstenerse de fumar en nuestro auto, especialmente durante la época invernal cuando las ventanas permanecen carradas. Jamás hizo acuse de recibo de mi petición lo cual hacia de nuestra pobre Suzuki un habitáculo irrespirable y un cementerio de paquetes vacíos y colillas de cigarrillo.

Estos comportamientos de Hoppanman me enfurecían terriblemente y si de verdad hubiera sido el dibujito de anime japonés, le habría arrancado un pedazo de cabeza con mucho gusto para darle de comer a los mas infortunados.

Hoppanman convivio entre nosotros 2 o 3 años (una eternidad). No llore cuando se fue y estuve tentada de regalarle un vaso con leche de recuerdo por su estadía en Japón.

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