Antes y después del Imperio del Sol Naciente.

lunes, 10 de diciembre de 2012

El fin de semana


Mi fin de semana empieza el viernes. Los viernes no necesito la alarma para despertarme y me levanto con un animo totalmente fresco y renovado. Los viernes me tienen sin cuidado las inclemencias climáticas, si el colectivero amigo siguió de largo a pesar de estar con el bondi semivacío, si los metrodelegados no acatan la conciliación obligatoria y deciden no levantar el paro del subte, si tengo que quedarme después de hora en la oficina. El fin del mundo podría ocurrir un viernes y aun así seria para mi el mejor día de la semana. Lejos. Es que los viernes no puedo evitar sentirme progresivamente mejor conforme van pasando las horas y esto ocurre independientemente de los sucesos del día. Y no hay ningún otro día de la semana en que pueda experimentar lo mismo.

Y por que me pasa esto? Bueno, la respuesta es mas que obvia. Los viernes esta todo por hacer. Si uno tiene la suerte de trabajar solo de lunes a viernes, los viernes son la antesala de unas esperadas mini-vacaciones. Como tal, no hay restricciones horarias para acostarse los viernes y uno no tiene uno sino dos días para reponerse de una trasnochada. Lejos esta de ser considerada asidua mi concurrencia a eventos sociales nocturnos los días viernes (o cualquier otro día de la semana que para el caso es lo mismo), con lo cual bien se me podría objetar la razón de mi preferencia por este día pero la verdad es que es mas fuerte que yo. Los viernes son mi día favorito desde que era chica y así seguirán siendo hasta el día en que gane el Loto, me convierta en una multimillonaria viviendo en Marsella tipo Mariana Nannis y ya no tenga ningún tipo de relevancia que día marque el calendario pues mi vida seria una fiesta perpetua. Lo único que pido es conservar medianamente mi (poca) capacidad de raciocinio aunque, pensándolo bien, tampoco seria muy trascendental que digamos ya que, en caso de perderla, contrataría a alguien que pensara por mi y problema solucionado.

Por otro lado, los sábados son memorables. No importa con quien salga o a donde vaya, siempre puedo recordar que hice un sábado. Los sábados son como el relleno de una galletita doble, son puro fin de semana, de principio a fin. Te levantas siendo fin de semana (debo admitir que los sábados a la mañana compiten en simpatía con los viernes), transcurren como fin de semana y terminan con la promesa de mas fin de semana por venir. Los sábados son EL fin de semana por excelencia. A no ser que algo extraordinario ocurra un domingo a la pregunta “Paula, que hiciste el fin de semana” invariablemente respondo con mi actividad del día sábado.

Por lo expuesto, uno podría deducir sin esfuerzos primero, que tengo serias cuestiones con la temporalidad, y segundo que el domingo es para mi el peor día de la semana. Lo primero no me atrevo a discutirlo pero lo segundo no es tan así.  El domingo no es el día que mas me desagrade (gracias a Dios hay muchos lunes que son feriado) pero digamos que no es mi día favorito. Nunca lo fue. Arranca bien. Mañana pausada, almuerzo tardío, sobremesa larga, resultando casi inofensivo hasta que comienza a caer el sol. Pasadas las 5 o 6 de la tarde en invierno o las 7 u 8 de la noche en verano, el domingo se transforma en una angustiante cuenta regresiva que tiene el poder de transportarme en directo y sin escalas al implacable lunes por la mañana. Con los lunes llegan las obligaciones, los horarios, el estrés, la rutina, el llamado síndrome postvacacional. Pero ojo. No odio mi actividad semanal y reconozco que seria mil veces peor si tuviera que quedarme en mi casa mientras el resto del mundo se pone en marcha. Es solo que disfruto tanto de la libertad del fin de semana que arrancar los lunes me cuesta un poco por no decir bastante. Pero luego, una vez que llego a la oficina, prendo la computadora, bajo los mails y entro nuevamente en movimiento, mi realidad toma otro color y a veces hasta me hace sonreír cuando logro sentir que por mas pequeña que sea estoy haciendo mi contribución a la comunidad. Además a todo esto ya transcurrió media mañana, voy por mi segundo café y la promesa de un nuevo viernes esta a menos de 4 días de materializarse.

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